lunes, 29 de octubre de 2012

Despedida 2/3: Lo malo


Una vez un amigo me criticó que solo escribía cosas buenas sobre Japón y en su momento escribí algo al respecto porque por supuesto no todo era bueno. Todo país tiene sus cosas buenas y sus otras tanto malas, Japón no es la excepción.

Lo malo:

En mi cabeza siempre había estado el concepto de que las bicicletas se hicieron para ser rodadas por las calles y no por las aceras como es la norma acá. No es que anden a grandes velocidades, pero siempre incomodan al tener que estar esquivándolas al andar.

Por muy ecologista que me considero y por mucho que entienda la importancia de reciclar, no deja de molestarme por otra parte la súper clasificación previa que hay que hacer y guardar durante toda la semana pues al menos en mi municipalidad solo recogen ciertos tipos de basura reciclable una vez por semana. Para no mencionar que hay que pagar por echar los bienes eléctricos y los de gran tamaño.

No es que haya vivido en una mansión y extrañe su gran espacio, pero normalmente las casas en Japón son BIEN pequeñas y solo en contadas ocasiones difieren de la monótona arquitectura. Otra cosa que no va de acuerdo a nuestros cánones estéticos es que se entre por la cocina y no por la sala como es costumbre para nosotros. La disposición de las habitaciones según ellos está pensada para una optimización personal de las funciones pero a mi consideración no toma en cuenta otros requerimientos que tal vez una familia puede necesitar.

Luego de cierto tiempo viviendo en Japón y sobre todo cuando comienzas a viajar por este país, comienzas a notar la monotonía de la arquitectura. En cualquier barrio de cualquier ciudad las casas se parecen mucho, por ende las calles otro tanto, así es bien fácil confundirse y hasta perderse.

Por increíble que parezca, Japón sigue siendo un país muy atrasado en algunos aspectos. Me refiero específicamente al aspecto social, acá la mujer por término general no tiene el acceso a los mismos puestos de trabajo de alto nivel que los hombres. Siguen soñando con casarse como máxima expresión de triunfo en la vida. Por mucho doble juego que me parece que es (porque es un beneficio para ambas partes) no me gusta. No concibo en mi mente que este país siga tan atrasado, supongo que 300 años de apertura al occidente no le es suficiente todavía para interiorizar estas cosas.

Sin duda alguna, en lo que a mí respecta, lo peor de este país es el idioma. A algunos se les da fácil (al menos a la hora de hablarlo porque leer y escribir es otra historia) pero Ladys y yo definitivamente no estamos en ese grupo. Escribir usando 4 alfabetos (kanjis, katakana, hiragana, y latino), en dos direcciones (izquierda-derecha-arriba-abajo y arriba-abajo-derecha-izquierda), y una fonética con muchas pronunciaciones similares, entorpecen sin dudas poder dominarlo como debe ser.

Las direcciones sin ayuda gráfica de un mapa es muy difícil de encontrarlas pues las calles no tiene nombre (a excepción de algunas muy contadas avenidas de mucha importancia) y por tanto mucho menos existen los entre calles. Se dan en base a los barrios y el orden en que han sido creadas las cuadras en ellos así como nombres de los edificios y/o casas. Vaya toda una locura para nuestros antecedentes.

Casi ningún sistema japonés está preparado para lidiar con los nombres extranjeros, sobre todo con los hispanos que tienen por norma general dos nombres y dos apellidos. Perdí la cuenta de la cantidad de nombres diferentes que usé, lo mismo mi primer nombre con mi primer apellido que un corte de cada uno de estos componentes. Solo en el documento de identificación y en las cuentas bancarias usé mi nombre completo y para eso que tuve más de un problema por la condenada costumbre de ellos escribir el apellido primero que el nombre, por lo que varias veces tuve que explicar que Sotolongo no era mi nombre, ni que Ricardo era mi apellido, jajaja... (risa de sátira para no llorar del cabreo).

Sobre todo luego de re-explotar la crisis financiera mundial, los precios en Japón se hicieron aun más caros para los que no reciben su dinero en yenes. No fue nuestro caso pero igual se nota lo caro que suele ser todo. Ahora eso sí, la calidad japonesa está más que certificada y eso cuesta. Japón se asocia con tecnología pero con el cambio actual del yen no da ganancia alguna comprar aquí y sí hacerlo por Internet.

De tantos que se han hecho, se hacen y más tristemente se seguirán haciendo, los suicidios son una de las grandes lacras sociales de este país. De Enero a Marzo es oficialmente la temporada de suicidios (como si de "temporada de caza" se tratase) por lo que es lo más normal de mundo pasarse horas en las estaciones esperando que todo vuelva a funcionar con normalidad porque por más desgracia aun el medio favorito de hacerlo es lanzándose delante de algún tren y eso afecta entonces a todos los que usan ese medio de transportación (casi todo el mundo, jejeje...). No tienen el mismo respeto por la vida como lo tenemos los occidentales, por razones religiosas, históricas o como quieran verlo. Si los africanos o latinos fuésemos a suicidarnos por problemas mucho mayores por los que generalmente se quitan la vida los japoneses, en estos momentos África y Latinoamérica fuesen regiones despobladas.

Los templos, normalmente asociados a lugares de meditación, paz, tranquilidad, son además lugares de comercio por acá y no me gusta que así sea. Souvenirs, amuletos, y servicios a veces en demasía de ofertas, no me gusta.

Es verdad que tiembla casi todos los días y que con el tiempo se hace normal pero cuando sucede un evento de tanta magnitud como el que pasó el año pasado, te hace olvidar toda la costumbre sobre todo cuando sabes que estás en esta zona del planeta donde las probabilidades de que vuelva a pasar son muy altas.

Si bien los primeros años consideré que transportarse en los trenes la mayoría de las veces es una experiencia muy placentera, ahora que me muevo en los horarios picos, lo rebajo a solo medio placentera, jajaja... Siempre mejor que los camellos de La Habana, pero no muy lejos si proporcionamos contextos social-económicos.